Conferencia: “El Ámsterdam de Spinoza: los judíos conversos que forjaron la modernidad”

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“Para mí Baruch Spinoza no es el primer judío laico: se trata de uno de los primeros filósofos cosmopolitas que tienen su lugar en el panteón de la historia de la filosofía, pero no lo sé , si en la historia del pensamiento judío»

Claude Stuczynski

El pasado jueves 23 de febrero tuvo lugar en las instalaciones de la Universidad Hebraica la conferencia: “El Ámsterdam de Spinoza: los judíos conversos que forjaron la modernidad”, impartida por el Dr. Claude Stuczynski, quien actualmente es profesor asociado en el Departamento de Historia General de la Universidad de Bar-Ilan y miembro del centro para el Estudio de Conversiones y Encuentros Interreligiosos (CSOC) de la Universidad Ben-Gurion (Beer-Sheva, Israel).

El Dr. Stuczynski se refirió a la conceptualización de la modernidad en torno al caso de Baruch Spinoza, con respecto al tema preciso de la “Modernidad Judía”. El Tratado Teológico político  de Spinoza le permitió cuestionar la extendida idea que se tiene de que él fue el primer judío laico de la modernidad.

Empleando un grabado de la comunidad sefardita conversa en Ámsterdam del año de 1675, donde se representa a las tres comunidades portuguesas sefarditas uniéndose para constituirse en una sola, erigiendo la magnífica sinagoga judía portuguesa; Claude Stuczynski contextualizó el mundo en el que Spinoza desarrolló sus ideas. Uno de los elementos que permitió el florecimiento de las comunidades judías en Ámsterdam fue que desde comienzos del siglo XVII a la comunidad judía le fue otorgada “libertad de conciencia”. Esto no significaba libertad religiosa, sino la posibilidad de ejercer la religiosidad judía en el propio dominio privado, es decir, la casa y la sinagoga.

Spinoza fue un ejemplo claro de en qué consistía esa libertad de consciencia. Nació de una familia de conversos portugueses, y en este sentido, fue un fruto de la comunidad confiante que prosperó bajo la libertad de dirigir sus propias instituciones.  Sin embargo, bajo la óptica del propio Spinoza había una crisis en sus ideas que resultó en que fuera incomunicado del resto de la comunidad: se trataba de seguir la verdad, o actuar de acuerdo a la conformidad de sus padres. Baruch Spinoza se dio a conocer por las ideas que rechazaban la veracidad de la religión judía, aunque ello tampoco significó que se convirtiera a ninguna otra. No sólo contravenía a la religión hebrea, sino también a la “tolerancia” que se le daba proveniente de las autoridades calvinistas. “La libertad de conciencia” otorgada a los judíos encerraba diversas condiciones que éstos debían cumplir. Las autoridades calvinistas estipulaban que debían aceptar ciertos preceptos de la religión calvinista.

Para el filósofo, estas directrices plantearon ciertas dificultades que demostraban las tensiones sociales que llegaban con la modernidad, específicamente dificultades entre la judeidad y la generalidad. Contradicciones y encuentros de las dimensiones que tenía que enfrentar una persona dentro de ambos espacios. Spinoza, al ser excomunicado, decidió no formar parte de la comunidad judía, pero tampoco se convirtió al cristianismo, aun cuando tuvo varios ofrecimientos para hacerlo. Esto demuestra un cambio con respecto al orden medieval: las identidades religiosas demostraban su agotamiento como reguladoras absolutas del espacio social. Habiendo dejado Baruch Spinoza la comunidad judía, su nombre como intelectual y filósofo se reconoció.

Claude Stuczynski se pregunta, ¿debe concebirse a Spinoza  como el primer judío laico moderno o no? Lo que es cierto, responde, es que desde el siglo XIX una cantidad enorme de pensadores se apropian de Spinoza para construir una genealogía del judaísmo.  El Tratado Teológico Político es su obra más polémica. Fue dictada en vida anónimamente, pero hasta 1670 comenzó a correrse el rumor de su autoría. Se trata de una deconstrucción total de la Biblia y su intento consiste en mostrar que ésta, y particularmente el antiguo testamento, no es particularmente un texto sagrado, sino un texto humano con una función educativa. Moisés como legislador judío había comprendido que todo grupo humano necesita religión. El pueblo no es suficientemente autoconsciente y gobernable, por lo que la religión es necesaria para controlar a las masas y dirigir su correcto actuar. Era importante conservar un poco de religión, pero que llevara a las masas al conocimiento de la verdad, no de la superstición.

Spinoza planteaba que de todos los modelos de religiosidad, el modelo paulino era superior al modelo mosaico. Bajo esta perspectiva, sostiene el Dr. Stuczynski, es cuestionable que se trate del primer judío laico. El capítulo III de su tratado se encarga de desbaratar la idea de que el pueblo de Israel sea el pueblo elegido de Dios. La supervivencia del pueblo judío, al parecer de Spinoza, era generada más bien por el odio, siendo éste el elemento que los perpetuaba en la historia. Un odio proveniente del mismo particularismo judío, de no querer ser como los demás, de separarse de los demás. El pueblo judío existe por un antisemitismo general provocado por el propio particularismo judío. Por eso afirmó el conferencista:  “Para mí Baruch Spinoza no es el primer judío laico: se trata de uno de los primeros filósofos cosmopolitas que tienen su lugar en el panteón de la historia de la filosofía, pero no lo sé  si en la historia del pensamiento judío”.

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