Por: Danit Frenkel, de tercero de preparatoria del Colegio Hebreo Sefaradí, ganadora del tercer lugar en el concurso de ensayo Israel en México, organizado por la Universidad Hebraica.
Introducción
La educación, uno de los pilares de las sociedades modernas. Sostiene y asegura el futuro de un país, además de reflejar el nivel de progresividad de una población. Sin embargo, el mundo en el que vivimos cambia de manera instantánea y los sistemas educativos han quedado rezagados, casi congelados en su periodo histórico de creación. Los países no primermundistas son los que se ven más afectados, en especial los países latinoamericanos como México.
México ha tenido de los peores resultados en exámenes internacionales estandarizados como PISA. En 2015 México obtuvo el lugar 40 en lectura y matemática y el 41 en ciencias de 44. (OCED, 2015). Dentro de este sistema educativo fallido se encuentran las escuelas tanto públicas como privadas siendo este el sector donde pertenecen los colegios de la Comunidad Judía de México. (OCED, 2015)
En los últimos años, el nivel de las Instituciones educativas de la red ha decaído, dejando mucho que desear para las futuras generaciones de la comunidad. A lo largo de este ensayo se analizaran los puntos clave en cuanto a las necesidades escolares comunitarias ¿Cuáles son las carencias que hay que remediar? ¿Qué proveen los programas educativos y qué les hace falta? ¿Qué puede proporcionar la comunidad y cómo pueden beneficiarse mutuamente con las escuelas? Con el fin de proponer una solución realista y posible para mejorar el nivel educativo de las escuelas, pero sobretodo la vida y oportunidades de los alumnos.
Comunidad judía de México, educando al 95% de nuestros niños y jóvenes en escuelas judías
Las últimas estadísticas proporcionadas en 2010 por el INEGI, declaran que existen 67.4 mil judíos en la República Mexicana (El Universal, 2016), la mayoría asentados en la capital mexicana. Al ser una comunidad conservadora, gran parte de nosotros permanece dentro de la conocida “burbuja judía”. Compartiendo la mayoría (sino es que todo) nuestro tiempo dentro del marco judío. Incluyendo actividades recreativas, comunitarias, deportivas, extracurriculares, y por supuesto educativas. Existen 14 colegios en la red judía, todos divididos dependiendo de las raíces de la comunidad a la que pertenezcan. La gran mayoría ofrece tanto primaria como secundaria y bachillerato incluyendo así al 95% de los niños y jóvenes judeo-mexicanos, demostrando una fuerte identidad en la red.
Pero existe un gran obstáculo que enfrentan todos estos colegios. A pesar de ese alto porcentaje, no existen suficientes alumnos para cubrir las necesidades de todas las escuelas. Actualmente tienen un sobre espacio de 14,000 bancas para 10,000 alumnos. (Enlace Judío, 2016). Generando así una feroz competencia entre colegios para mantenerse a flote. Una gran disputa por conservar a sus alumnos que parecen escaparse entre los dedos de las instituciones sin solución alguna. Si la situación continua de esta manera, muchos colegios terminaran cerrando sus puertas. Sin embargo, me parece que la estrategia para mantener con pulso a las escuelas ha sido inadecuada y poco profesional. La respuesta es simple, no es necesario pelear por alumnos como leones por la última cebra de la sabana sino conservar los que ya tienen. Las instituciones deben de concentrarse en generar cambios internos, convertirse en la mejor opción para sus alumnos, volverse atractivas y ofrecer amplios beneficios, que proporcionen herramientas adecuadas para los jóvenes (lo cual no está ocurriendo), ya que el objetivo desde el inicio siempre debe de ser el bienestar de los alumnos y no ganar una viciosa competencia de poder. La cuestión es ¿Cómo?
Estructura de los programas pedagógicos: ¿Qué es lo que la escuela espera de mí?
A lo largo de mi vida escolar en el Colegio Hebreo Sefaradí (secundaria y bachillerato) he podido experimentar la dinámica de enseñanza que utiliza la institución, además de la relación alumno-maestro y los ofrecimientos de extracurriculares. Así que sólo comentaré a partir de mi experiencia y de lo que he observado y percibido casi al termino de mi ciclo en esta escuela.
He tomado clase, sentada detrás de un escritorio, con un cuaderno abierto, un profesor enfrente y rodeada por compañeros con constantes preguntas inundando sus mentes: ¿De qué me sirve esto a mí? ¿Para qué me sirve la escuela? ¿Qué voy a hacer con esto cuando salga de aquí? Sin poder encontrar respuesta, y todavía más preocupante: sin que los profesores puedan contestar, los alumnos se sumergen en un profundo sentimiento de desmotivación, perdiendo todo deseo de aprendizaje y bloqueando la sensación de angustia que provoca su estancia en la escuela. Esperando lentamente salir de ella.
¿Por qué sucede eso? ¿Qué ocurre con los estudiantes de preparatoria que tienen este creciente asco hacia la escuela? Cuando la curiosidad es parte de la naturaleza humana. Uno puede comparar con preescolares y su insaciable apetito por descubrir, crear, ver y responder a sus preguntas. ¿En qué parte del proceso perdemos ese apetito? ¿Por qué la escuela se vuelve un lugar insoportable mientras crecemos? La respuesta no es tan complicada como pensamos: los objetivos escolares son incorrectos.
Hemos convertido a la escuela en un sinónimo de conocimiento y al aprendizaje en uno de memoria. Donde el saber está ligado con la retención de información convirtiendo a los alumnos en recipientes vacíos que pretenden ser llenados con una gigantesca colección de datos duros por un ser mayor y más poderoso que ellos. La impotencia del alumno ante su propio aprendizaje, sin poder contribuir. Cuando el objetivo de la institución cae en estas condiciones (lo cual es el caso en mi colegio), los alumnos son incapaces de encontrar relevancia en su educación. Somos parte de una generación donde la obtención información ya no nos es suficiente. Este el obstáculo mayor al que se enfrentan los colegios judíos y un gran porcentaje de las instituciones educativas alrededor del mundo. Su objetivo es incorrecto y por lo tanto hay que cambiarlo ¿A qué y cómo?
¿Qué es lo que falta para mejorar? En búsqueda de otro camino
Adquirir el contenido o la información de una materia debe de ser un efecto secundario dentro de la forma, es decir, que la meta final de una clase debe de ser otra. ¿Qué es lo que aprenderán los jóvenes si ya no es la fecha de independencia de su país o las partes de una célula? Un estudiante deberá desarrollar habilidades que lo ayuden a construir su propio conocimiento.
Herramientas de aprendizaje inculcadas en el carácter, aquello que no se puede buscar en un libro de texto. Según Ron Ritchhart existen seis características que deben de ser obtenidas dentro de un salón de clase: una mente abierta, curiosidad, la búsqueda de la verdad, metacognición (la capacidad de regular su propio conocimiento), tener un escepticismo saludable y ser estratégico (Ritchhart, 2015). Todos los procesos de pensamiento son los que entretejen la información, el poder inferir una situación, comprender la causa y efecto de un evento histórico, hacer preguntas, escuchar, comprobar. Cuando un alumno adquiere estas habilidades, obtiene el control sobre su aprendizaje y su lugar en la escuela ya no carece de significado. El único medio para formar estas habilidades son los maestros.
La medula espinal de una buena educación siempre son los maestros y así como he visto alumnos desmotivados, angustiados e incluso irritados por una clase también los he visto embelesados por profesores cuya conexión con los alumnos es profunda, que saben perfectamente el sentido de su clase y vincular el presente de cada uno de los alumnos con su materia con el propósito de hacernos pensar y masticar cuestionamientos por horas después de que la clase había terminado. Los maestros que comprenden que son un pilar en la construcción del futuro de los jóvenes y no una fuente inalterable e incuestionable, son aquellos que saben que su objetivo es mucho más grande que proporcionar información, sino otorgar la habilidad de pensamiento a profundidad y no sólo de manera frívola o en vano. La definición de maestro debe de cambiar de: “aquel que proporciona conocimiento” a “aquel que enseña a pensar”.
¿Cómo evitar la perdida de alumnos y asegurar la mejor educación para el futuro de los estudiantes?
Si el centro de la educación son los maestros, todos los esfuerzos de los directivos deben de ir hacía ellos. No en mejorar las instalaciones escolares, o en dar a la institución una apariencia estéticamente agradable o invertir en el equipo escolar. Esos sólo son arreglos superficiales, que pueden ser útiles pero la raíz y la columna siempre serán los maestros. Mis propuestas para asegurar la proliferación de las escuelas judías son las siguientes:
El mayor foco debe de ser que todos los miembros del profesorado estén capacitados al mismo nivel, siendo esto responsabilidad de los directivos. Invirtiendo tiempo y dinero en buscar a los mejores catedráticos de la educación, cursos ya sea en línea o presenciales que serán subsidiados por el colegio. Y deberán de ser obligatorios para todos los maestros. Además de que los maestros no sólo sean expertos en su área sino que tengan claro su objetivo y su dinámica de enseñanza hacia los alumnos, siendo flexible y adaptándose a las necesidades de los mismos. Trabajar en el aumento de sueldo, proporcionar beneficios y crear una relación de apoyo entre los directivos y los profesores. Monitorear el proceso de los maestros de manera mensual o hasta quincenal y preguntar la opinión de los alumnos de manera informal y directa, no mediante evaluaciones anónimas. Examinando así de manera individual a cada uno de los maestros y concluyendo si es el personal óptimo y a la altura de lo que necesita la institución. Es posible iniciar con un grupo piloto de profesores, contemplar si hay resultados positivos a largo plazo y si los hay entonces implementarlo hacia todos los maestros del colegio.
Conclusión
A menudo nos preguntamos ¿Cómo podemos reparar el mundo? Hay tantas carencias, ignorancia, frustración, miedo, enfrentamientos. La solución y el camino a un mejor comunidad, un mejor país, un mejor continente o hasta un mejor mundo es ahora más que nunca la educación. Porque cuando enseñamos a pensar, y a abrir nuestras mentes no damos por sentadas las reglas. Logramos movimiento en nuestra sociedad. Llenamos de sentido nuestra existencia y ubicamos nuestro lugar en el mundo para explotarlo y prosperar. Si vemos más allá de los números y estadísticas podemos encontrar seres humanos que sin importar de sonde vengan pueden cambiar sólo hace falta una mano que enseñe el camino.
Danit Frenkel, ganadora del tercer lugar en el concurso de ensayo Israel en México, organizado por la Universidad Hebraica.
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