Por: David Romanowsky, ex alumno y profesor de la Maestría en el Estudio de las Adicciones.
Ante el fenómeno creciente de las adicciones en la sociedad actual, directores escolares, padres de familia, maestros y los mismos jóvenes plantean una pregunta de enorme importancia: ¿Cómo y quién puede desarrollar una adicción? ¿Por qué algunos individuos se vuelven “adictos” y otros no?
Quienes emiten el cuestionamiento solicitan una respuesta sencilla y directa, tarea que es imposible para profesionales que estudian la disciplina.
Por falta de información y conocimiento, la sociedad tiende a pensar que la adicción es el resultado de una elección, que una persona “adicta” por naturaleza es “rebelde, mentirosa, manipuladora y autodestructiva”. Esta postura trae consigo resultados devastadores. Desde el ámbito de prevención, se cree que al decir “no a las drogas” se elimina la posibilidad de consumo. En tema de tratamiento, múltiples centros se basan en el castigo para “hacer conciencia” en la persona afectada sobre sus “malas decisiones o comportamientos”. Desafortunadamente, ninguna de estas tácticas están avaladas por las investigaciones y por ende tienden a producir resultados pobres e ineficientes.
La adicción, la cual defino yo como cualquier conducta que produce alivio y placer a corto plazo, pero causa múltiples consecuencias negativas (personales, familiares, sociales y de salud) a largo plazo y pese a dichas consecuencias se repite la actividad, se detona por una serie de circunstancias complejas y multidimensionales. Ojo: cuando hablo de adicción incluyo conductas adictivas que no necesariamente implican una substancia (drogas o alcohol), se pueden anexar a la lista otras conductas como compras, apuestas, tecnologías de la información, etc.
Para comprender las adicciones, hay que entender los factores de riesgo principales que las producen. Múltiples estudios resaltan que gran porcentaje de las personas diagnosticadas con una adicción tienen una patología dual, esto significa que aunado al consumo problemático, existe una condición de salud mental (depresión, ansiedad generalizada, déficit de atención, etc.) no atendida. En el ámbito clínico, se observa que los pacientes, más allá de buscar placer o “rebeldía”, recurren a las substancias para lidiar con el dolor emocional. La substancia en este sentido sirve como una anestesia que alivia temporalmente el malestar.
Otro factor a considerar es la predisposición genética. Investigaciones señalan que las adicciones son más prevalentes en ciertas familias. Hijos de padres con adicciones tienen mayor vulnerabilidad para desarrollar un trastorno adictivo.
Existe un tercer factor crucial que se olvida dentro de los espacios académicos y clínicos. Se trata del trauma infantil. Niños expuestos a situaciones traumáticas (abuso físico y emocional, abandono, violencia de pareja, negligencia, etc.) en los primeros años de vida son mucho más susceptibles a desarrollar problemas de salud mental y adicciones en la etapa adulta. Cuando los niños están expuestos a eventos estresantes crónicos, su control de impulsos y manejo emocional se ven afectados.
Con base en los argumentos pronunciados, antes de juzgar a las personas con adicciones o adjudicarles cualquier adjetivo negativo, es importante comprender los factores de riesgo mencionados, tratar a dichas personas con empatía y compasión, y orientarlas a modificar pensamientos y conductas que los colocan en riesgo. El castigo, la segregación y la culpa sólo propician mayor aislamiento y disminuyen la posibilidad de que la persona busque ayuda.
David Romanowsky, impartió recientemente la conferencia «Perspectivas modernas en el abordaje de las adicciones»en la que nos habló sobre la falta de actualización en diversos espacios tanto académicos cómo clínicos y nos presentó nuevas modalidades para entender a las adicciones.
Te invitamos a consultar nuestros próximos eventos y cursos qué impartirá el Departamento de Bienestar y Psicoterapia.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.