Por: Shlomo Meir Mendelson, tercer lugar del concurso «Anatomía del Educador Judío».
En alguna ocasión, el Jafetz Jaim Ztz¨l visitó a un amigo, director de una reconocida y prestigiosa Yeshiva. Entró a una clase de alto grado, donde la mayoría de los discípulos estaban a semanas de recibir su primer título rabínico.
-Sabe usted- dijo el director al Jafetz Jaim, – de estos 50 alumnos solo un 35 a 40% perseguirán una carrera rabínica completa, de los cuales, y a mi buen juicio, yo otorgaría título sólo a un 20% y si acaso, sólo un 5% podrán sostenerse como rabinos.
-¿Y los que no serán rabinos, que pasará con ellos?- pregunto el Jafetz Jaim. – Lo más seguro es que buscarán empleo como maestros o alguna otra ayuda en la comunidad.
El Jafetz Jaim volteó a ver a su homólogo. En su mirada se notaba gran sorpresa y decepción. ¿Maestros? ¿Morim? ¿Escuché bien? ¿Los que no pasaron el examen de Rabanim van a ser maestros? ¿Va usted a dejar el futuro de Am Israel en manos de alguien que es menos de ser el mejor?
El director se quedó callado y desconcertado.- Mire Yacov-, siguió el Jafetz Jaim. -Ser maestro no es nada fácil, ser maestro no es una especie de nana cuidadora que mientras los niños juegan les transmite una que otra idea.
-Para ser Educador de Am Israel se requiere ser el hombre ideal. Ya ni te menciono la fortaleza física y vida sana que se requiere. Considera que los Talmidim pasan la primera parte de su día, la más despierta y vigorosa con una persona que les va a dejar una huella positiva o jas vejalila negativa, no sólo para el resto de su vida, sino influencia sobre toda la descendencia de aquel alumno.
El Jafetz Jaim se quedó viendo directamente a los ojos del director, no emitió palabra alguna unos segundos, tomo aire y siguió. -Yacov, debes de saber que todo el futuro de nuestra milenaria herencia está casi casi en manos y responsabilidad de nuestros Melamdim. Si un Mejanej no puede ver el alma e infinito potencial que hay en cada uno y uno de los infantes entonces está en el negocio equivocado.
-En mi ciudad, cada año rondo entre las Yeshivot locales y elijo al mejor de cada salón, sólo uno, el mejor de cada generación y ¿sabes algo más? … es el puesto más deseado, más codiciado mejor pagado y de más prestigio en toda la comunidad.
-Cuánta razón tiene usted- dijo Rav Yacov –Si tuviéramos oro, diamantes o joyas finas para pulir, limpiar o guardar, acudiríamos sólo con los expertos, con más razón deberíamos aplicar esa enseñanza con quienes son nuestro tesoro personal y reliquia nacional más preciados: nuestros hijos.
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