Por: Dra. Magdalena Reznik
En el año 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió fijar el 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto. La intención de señalar una fecha precisa apela a la conciencia social para recordar no solo lo que padecieron millones de personas que fueron asesinadas por la atrocidad nazi, sino también para realizar una llamamiento permanente a luchar contra la intolerancia, el racismo, el antisemitismo y la desigualdad.
La fecha elegida no es casual, sino que es altamente simbólica: el 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas liberaron el complejo de campos que conformaban Auschwitz. Allí encontraron un centenar de seres humanos al borde de la inanición, totalmente extenuados. Las tropas nazis habían tratado de borrar las huellas de los horrores perpetrados, pero Auschwitz fue y sigue siendo la imagen que refleja lo sucedido en el universo nazi: la intención de destruir a la comunidad judía, de borrarla de la faz de la tierra, y también de eliminar y sojuzgar a otras naciones y comunidades. El objetivo de Hitler era crear un Reich de 1000 años, con el poder para dominar el mundo. Fue necesario entonces poner en funcionamiento una atroz maquinaria, que llevó a Raphael Lemkin a idear el término de genocidio para poder plasmar lo sucedido y así llevarlo a la conciencia internacional con el propósito de castigar a los estados perpetradores y con la intención de prevenir futuros intentos de cometerlos.
¿Por qué seguimos recordando, si como dice Alejandro Baer, somos una sociedad amnésica empeñada en recordar? Recordar es una acción consciente que involucra un propósito ético. Y recordar un genocidio es intentar comprender las raíces del mal, sus modos de ejecución, su ideología. Para esto es necesario recurrir a los claros lineamientos del filósofo Emanuel Levinas, cuando señaló que “[El] horror del Mal que apunta hacia mí deviene horror ante el Mal en los demás. He aquí un descubrimiento del Bien que no es una simple inversión del Mal, sino una elevación. Dicho Bien no complace, sino que ordena y prescribe”.
Recordar entonces requiere conocer y saber. En las décadas posteriores al fin de la Segunda Guerra, infinidad de historiadores se empeñaron en indagar el desarrollo del terrible genocidio nazi. Raul Hilberg fue un pionero en desentrañar la maquinaria del exterminio y, a partir de sus estudios minuciosos, se abrió la posibilidad de tratar de comprender cómo se construyó semejante dispositivo complejo. A lo largo de las décadas posteriores muchos investigadores plantearon concepciones, hipótesis e interpretaciones diversas (muchas veces controvertidas) que permitieron tener una mayor comprensión de lo sucedido y de cómo pudo ser posible semejante atrocidad.
Lamentablemente en la actualidad somos testigos de actos de violencia, discriminación, antisemitismo, racismo, intolerancia y nos preguntamos cuál es el modo de frenar estas situaciones que vuelven a poner el Mal en escena. Creo no equivocarme si señalo que la memoria es un elemento clave para comprender y enfrentar estas realidades contemporáneas. Por eso recordar hoy y todos los días es una herramienta imprescindible, que nos permite entender de una manera ética el mundo en el que vivimos y en el cual todos podemos y debemos ser agentes.
En esta concepción, la Universidad Hebraica me convocó para impartir el curso en línea “Responsabilidad hoy ante la Shoa: ideología, creencias, hechos, controversia e investigación”. El propósito es indagar en los hechos genocidas, comprenderlos y ser generadores de las acciones éticas que deben ser parte de la memoria.
Ojalá que cuando decimos NUNCA MÁS y encendemos una vela, iluminando la memoria, nuestras palabras y acciones estén cargadas de ética.
Conoce más sobre el curso “Responsabilidad hoy ante la Shoa: ideología, creencias, hechos, controversia e investigación”: https://www.uhebraica.edu.mx/oferta-academica/curso-en-linea-responsabilidad-hoy-ante-la-shoa-ideologia-creencias-hechos-controversia-e-investigacion/
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