La cultura judía no es lo que gran parte de la sociedad ha supuesto durante largo tiempo respondiendo a prejuicios e interpretaciones erróneas. Alrededor de la cultura judía se erigen mitos y confusiones que es necesario vencer, y para lograrlo, es imprescindible explayarse dentro de ella; pues como lo afirmó José Gordon “una cultura que no se lee, está aislada”. Justamente, el 27 de febrero y 1 de marzo, Pepe Gordon, como se le conoce popularmente, impartió en las instalaciones de la Universidad Hebraica el seminario El laberinto de la identidad: intelectuales y escritores reflexionan sobre la identidad judía.
La plática de Pepe Gordon se orientó al conocimiento de la cultura judía; tomando como referencia las ideas de Amos Oz, David Grossman, Etgar Keret, Elie Wiesel, Aharon Appelfeld y apoyándose además en la ciencia.
La cultura judía está en constante movimiento, lo que se demuestra en su incesante búsqueda de conocimiento, tanto del universo externo, natural, como del interno: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? Cuando nos acercamos a una cultura diferente a la propia, podemos descubrir la identidad que nos define, comprender el universo introspectivo de cada ser humano y entender elementos que caracterizan el propio, desde el análisis del otro. Esta búsqueda de conocimiento se relaciona también con el contacto con la vida, con existir en unidad. Eso es algo notable para la cultura judía; pues según sus propios preceptos, el ser humano vive en una naturaleza de equidad, donde no hay jerarquías, pues todos forman parte de un mismo ser.
El judaísmo está caracterizado por la empatía, la compasión, la igualdad, la justicia y el humor que en conjunto representan un sentido de unidad. La cultura judía es una comunidad sensibilizada que abandona los convencionalismos y las etiquetas, lo “maligno”; pues hasta las malas experiencias sirven como aprendizajes significativos donde no hay cabida para resentimiento alguno. Estas reflexiones fueron rescatadas por José Gordon con la intención de impulsar en la sociedad el conocimiento profundo y desprejuiciado de la Identidad Judía, así lo expresó en una pequeña entrevista que exponemos a continuación.
UH: ¿Cuál es la magia que se presenta en la forma de transmitir el conocimiento de manera lúdica sin que ello implique perder el rigor que José Gordon ha inventado?
José Gordon: Bueno, yo no estaría hablando de inventar, sino precisamente de seguir los modelos de una tradición de grandes escritores. Por ejemplo, en la comunicación de la ciencia se sabe qué tan importante es él, al igual que la forma de transmitirlo, y en esto creo que es clave la capacidad literaria y la capacidad narrativa.
Se puede, sin perder el rigor, contar la exploración, la investigación. Al mismo tiempo se puede penetrar en el relato, que no deja de asombrarnos, porque la ciencia siempre nos confronta con misteriosos trozos de realidad que estaban a veces guardados en secreto, y que a través de la investigación sistemática, precisamente, podemos empezar a explorar y sondear. A mí me sorprende profundamente por ejemplo, saber que nosotros mismos podemos escuchar el Bing Bang, que nosotros podemos escuchar nuestro origen. Y es una historia que es fascinante si la entendemos y la podemos comunicar, nos llena de asombro y sorpresa. Resulta que cuando nosotros estamos mirando la luz del sol, estamos viendo lo que paso hace 8 minutos, porque ese es el tiempo que tarda la luz del sol en llegar a donde estamos. Cuando estamos viendo la luz de las estrellas a veces vemos lo que ya pasó hace millones de años y que ni siquiera existe…
Una cosa muy sorprendente que me contó el Premio Nobel de Física, George Smoot; es que cuando estamos oyendo la radio cuando en las noches cesaron las transmisiones, a veces escuchamos una especie de estática. Esos ruiditos que se oyen pueden ser causados tal vez por la interferencia electromagnética de un aparato, pero aquí y allá, nos dice George Smoot, son sonidos que provienen del Bing Bang, ¡les tomó 13,800 millones de años en alcanzarnos!, estamos escuchando nuestro origen.
Esas son historias fascinantes que están dentro del mismo campo de lo que es la ciencia…y por otro lado, si se tienen los mapas de conocimiento literario, hay algo muy interesante que puede ocurrir, porque una de las cosas que se han descubierto recientemente es que existen unas neuronas llamadas neuronas de conceptos. Son las que nos hacen entender una nueva idea, y entonces en este marco se descubrió lo que se conoce como la neurona de Jennifer Aniston, porque resulta que en un paciente cada vez que se le ponía una foto de Jennifer Aniston, se encendía exactamente esa neurona y no otra… Se descubrió en términos de neurociencia lo que se conocía desde hace mucho tiempo sobre la memoria, que funciona por asociación.
Y eso va a ser clave, porque cuando estamos ante conceptos conocidos, son memorias que ya tenemos pero, ¿qué pasa cuando nos enfrentamos a conceptos distintos?, ¿qué pasa, por ejemplo, cuando nos enfrentamos al concepto de ondas gravitacionales si no hemos tenido una exposición sobre ese concepto? Lo que de alguna manera hemos estado haciendo en el trabajo que realizamos en La oveja eléctrica, canal 22, canal de ciencia y pensamiento; es que si trabajamos con asociación es más fácil abrirnos a nuevas ideas y a nuevos conceptos.
Por ejemplo, descubrimos un relato extraño dentro de la literatura, pero que de alguna manera nos habla sobre un concepto extraño que tenemos de la ciencia, y al empezar a conectar los dos conceptos, por asociación, empezamos a abrirnos a ideas nuevas, inéditas, Así, por ejemplo, podemos hablar de ondas gravitacionales que implican detectar algo tan sutil y tan fino como un balón de futbol en medio de una galaxia, en febrero del año pasado precisamente, se dieron los primeros hallazgos de la existencia de ondas gravitacionales. De repente nos damos cuenta de que en la literatura también hay cosas que detectan lo más sutil. Por ejemplo, el momento de un beso o de un abrazo. Julio Cortázar nos dice que cuando estamos frente a la persona amada, la sentimos temblar contra nuestro cuerpo como una luna en el agua. Cuando uno de repente siente esta delicadeza y la une a la otra delicadeza que detecta la ciencia, se va abriendo más fácilmente un nuevo concepto. Esto es parte del proceso que nosotros llevamos a cabo para hacer comunicación de ciencia y de literatura al mismo tiempo.
UH: ¿Existe un pensamiento judío? o ¿En qué confluyen los pensadores que analizó en su curso?
JG: Más que un pensamiento judío, yo pienso que hay un pensamiento universal. Lo que ocurre es que hay ciertas culturas que enfatizan cierto tipo de sensibilidades. Esto es muy importante porque entonces no caemos en los chovinismos, en los nacionalismos. Si decimos que en la cultura judía hay humor…claro que lo hay, es un rasgo que verás una y otra vez dentro de la cultura judía, luego, ¿es un rasgo único dentro de la cultura judía? No, pero se transmite mucho dentro de esta cultura. Y así en este seminario que impartimos aquí en la Universidad Hebraica, identificamos algunos elementos comunes que están presentes en la cultura judía como valores que son enfatizados.
De esta manera, es una cultura que privilegia la memoria, la importancia de los textos, que privilegia la interpretación y reinterpretación de argumentación, contra argumentación. Es una cultura que por otro lado tiene un cierto gene anárquico. No le da prioridad a nadie por encima de otra persona . Esto quiere decir que, como dice Amos Oz en estos términos, no hay papas judíos; realmente estamos hablando de que hay una especie de igualdad porque no hay jerarquías o no debería de haberlas.
Por otro lado, es una cultura que tiene un fuerte sentido de lo que es justo e injusto. Desde los profetas, los judíos están prácticamente planteándose esta valoración y sensibilidad a lo justo e injusto, claro; son valores que si no se transmiten, se pierden dentro de una cultura, porque una cultura no es una realidad de museo fija. Por otro lado, hay un cierto sentido común que se cultiva mucho, y finalmente, un rasgo que a mí me parece fundamental es que tienen una profunda búsqueda de conocimiento, esos conocimientos que de alguna manera tratan de interrelacionar mundos, unificar los fragmentos que uno ve. Esto implica sueños de unidad, que aparecen igual en Einstein que en Martin Buber. En este marco con esas categorías, analizamos algunos de los escritores más prominentes de la cultura judía de hoy en día, muchos de ellos israelíes, Amos Oz, David Grossman, Aharon Appelfeld, el ya fallecido Eli Wiesel, Etgar Keret; y tratamos entonces de ver qué que tipo de rasgos se podrían identificar en esa literatura conforme a las categorías que planteamos.
Realmente es muy hermoso ir viendo cómo dentro de la literatura se encarnan esos valores, porque a diferencia de la sociología o de otros métodos de estudio de la identidad; la clave de la literatura es que puede penetrar dentro del ser humano, dentro de un personaje, muestra una forma de percibir, de sentir, de respirar un mundo. Y en este marco entonces se vuelve más claro cómo esos valores, encarnan, tienen cuerpos, tienen personas, tienen relaciones, tienen formas de verse en historias y relatos que nos hablan precisamente de como todo esto que podría ser abstracto, estos valores de diálogo y discusión, aparecen una y otra vez en personajes de una cultura a la que si estas retratando bien, vas a tener precisamente ahí a personajes que tienen diálogos y discusiones muy fuertes, porque es parte de la cultura.
Una de las cosas que me parece importante es darnos cuenta de que cuando estos valores están bien expresados se vuelven tan universales que la literatura siempre nos permite decir yo soy el otro, esto es muy hermoso porque cuando leemos a Amos Oz o a David Grossman o a Etgar Keret, podemos sentir qué se siente ser israelí, y qué se siente vivir el judaísmo desde esa perspectiva. Si leemos a Bashevi Singer también encontramos que quiere decir ser judío desde la perspectiva de alguien que vivió en Polonia en un tiempo y en una época, porque nos volvemos el otro.
Esto es algo importantísimo hoy en día, cuando estamos tan fragmentados con muros en los que realmente no queremos conocer de los otros. La literatura siempre es una invitación a meterse dentro de la piel de otro, a imaginarse que hubiera pasado si hubiera sido él o ella, o mi enemigo, y entender un poquito mejor también los conflictos que vivimos, no desde una perspectiva maniqueista, sino desde la invitación a entender por qué y cómo uno vive una realidad. Esto me parece fundamental de cara a los conflictos que se viven en Israel, de cara a los palestinos, y lo que vemos siempre en estos grandes escritores es una maravillosa capacidad de empatía, de entender lo que vive el otro y de hacer que otras personas de otras culturas salgan de los estereotipos sobre lo que es la cultura judía y que se den cuenta de que hay personajes que viven con el corazón abierto y vulnerables. Con una calidad de inteligencia, imaginación y creatividad que hace que todos sintamos que somos israelíes o que todos somos judíos al descubrir esas maravillosas expresiones de apertura, de búsqueda de conocimiento y de diálogo.
Mira la entrevista a «Pepe» Gordon por el Dr. Daniel Fainstein, Decano de Estudios Judaicos de la UH:
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